Dicen que por estas tierras había mucho oro, que por donde se clavara el pico y la pala se encontraba una mina llena de ricos minerales. Cuentam que hasta estos días en sus ríos la gente siue lavando oro. Por eso la ambición de los hombres era cada vez mayor y todos eran capaces de matar por hacerse ricos de la noche e la mañana. Esa debe ser la razón por la que el Cerro castiga a todo el que se le quiere llevar algo.
Precisamente allí en el Cerro de Arcos como a dos horas y media de la parroquia Manú, cantón Saraguro, se pueden ver claramente los restos de lo que fue una iglesia. Aún quedan las columnas y los arcos que le dan su nombre a este lugar. En medio de estas ruinas, sin que nadie los siembre empezaron a aparecer frutos, ají, piña, naranja, guineo. Los únicos que se atreven a andar por este lugar son los animales que en tiempo de sequía los ganaderos los sueltan para que coman ahí. Pero si una persona se decide a cruzar uno de esos arcos, nadie sabe lo que le puede pasar.
Aquella mañana fresca llegó al Cerro de Arcos un grupo de excursión. Eran jóvenes estudiantes con sus padres y el maestro Alejandro Mogrovejo. Llegaron dispuestos a pasarla muy bien, a recoger flores y frutos.
La gente del lugar les advirtió que si alguien cruzaba uno de esos arcos, al voltar la mirada se encotraría con muchos arcos más de la misma forma y tamaño y que no sabría por cuál había entrado. Otro señor contaba que si se entra y se toma alguno de los frutos, no se puede salir jamás. En el instante en que se arranca la fruta comienza a cerrarse la niebla y corre un fuerte viento que tumba a la persona al suelo.
Durante toda la mañana los chicos habían corrido felices por aquel lugar. Cuando los padres los llamaron ellos insistían en que no querían salir de ese bonito jardín, pero los mayores no veían nada. Preocupados, antes de que caiga la tarde organizaron la partida, los chicos salieron con sus rostros cansados y colorados de la agitación. Todos iban contentos, pero de pronto el maestro Mogrovejo notó que faltaba una de sus alumnas. Regresaron de inmediato a buscarla, pero por más que recorrieron el lugar no la encontraron. La buscaron como ocho días con sus noches y no la encontraron. Nunca se supo más de ella.
Dicen que en ese jardín al arrancar una flor se dibujan muchas calles hasta formar un gran laberinto del que nunca se encuentra la salida.
Baseada en:Leyenda de el Cerro de Arcos. Ángel Solano.
Narrativa oral de la ciudad de Machala de María del Carmen Román. Quito- Ecuador.
À minha filha Camila que depois de passar um
ano dando duro em Quito agora está nas ilhas Galápagos aproveitando um pouco. Num "unreality show "... da vida. Que a cada dia nos surpreende com uma laranja ou um tiro, como num poema de Neruda. Hoje ela me contou que os leões e lobos marinhos saem da praia e invadem os quintais quase as casas, donos que são, das ilhas. Que coisa linda isso: esses animais tão doces à vontade assim sem medo.
Precisamente allí en el Cerro de Arcos como a dos horas y media de la parroquia Manú, cantón Saraguro, se pueden ver claramente los restos de lo que fue una iglesia. Aún quedan las columnas y los arcos que le dan su nombre a este lugar. En medio de estas ruinas, sin que nadie los siembre empezaron a aparecer frutos, ají, piña, naranja, guineo. Los únicos que se atreven a andar por este lugar son los animales que en tiempo de sequía los ganaderos los sueltan para que coman ahí. Pero si una persona se decide a cruzar uno de esos arcos, nadie sabe lo que le puede pasar.
Aquella mañana fresca llegó al Cerro de Arcos un grupo de excursión. Eran jóvenes estudiantes con sus padres y el maestro Alejandro Mogrovejo. Llegaron dispuestos a pasarla muy bien, a recoger flores y frutos.
La gente del lugar les advirtió que si alguien cruzaba uno de esos arcos, al voltar la mirada se encotraría con muchos arcos más de la misma forma y tamaño y que no sabría por cuál había entrado. Otro señor contaba que si se entra y se toma alguno de los frutos, no se puede salir jamás. En el instante en que se arranca la fruta comienza a cerrarse la niebla y corre un fuerte viento que tumba a la persona al suelo.
Durante toda la mañana los chicos habían corrido felices por aquel lugar. Cuando los padres los llamaron ellos insistían en que no querían salir de ese bonito jardín, pero los mayores no veían nada. Preocupados, antes de que caiga la tarde organizaron la partida, los chicos salieron con sus rostros cansados y colorados de la agitación. Todos iban contentos, pero de pronto el maestro Mogrovejo notó que faltaba una de sus alumnas. Regresaron de inmediato a buscarla, pero por más que recorrieron el lugar no la encontraron. La buscaron como ocho días con sus noches y no la encontraron. Nunca se supo más de ella.
Dicen que en ese jardín al arrancar una flor se dibujan muchas calles hasta formar un gran laberinto del que nunca se encuentra la salida.
Baseada en:Leyenda de el Cerro de Arcos. Ángel Solano.
Narrativa oral de la ciudad de Machala de María del Carmen Román. Quito- Ecuador.
À minha filha Camila que depois de passar um
ano dando duro em Quito agora está nas ilhas Galápagos aproveitando um pouco. Num "unreality show "... da vida. Que a cada dia nos surpreende com uma laranja ou um tiro, como num poema de Neruda. Hoje ela me contou que os leões e lobos marinhos saem da praia e invadem os quintais quase as casas, donos que são, das ilhas. Que coisa linda isso: esses animais tão doces à vontade assim sem medo.
foto by Carlos Sosa. Camila em Papallacta, Ecuador.